ESTATISMO HIDROCARBURÍFERO EN LATINOAMÉRICA
Los casos de Pemex, Ecopetrol y Petrobras
La decisión de la recientemente estrenada presidenta de México, Claudia Sheinbaum, de revertir la apertura al capital privado en el sector energético, que se había dado durante la gestión gubernamental de Enrique Peña Nieto (2012-2018), ha revivido los ánimos de los que gustan del Estado empresario, sobre todo en el sector energía, donde es frecuente hablar de nacionalismo, independencia y seguridad energética.
Sheinbaum, no solo apunta a reforzar a la petrolera Pemex, sino también a la Confederación Federal de Electricidad (CFE). Su antecesor, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) al término de su mandato ha exhibido cifras positivas de Pemex: incremento de producción de crudo y combustibles, y disminución de deuda; lo que no se menciona es el enorme costo fiscal que ha significado.
Tres medidas de enorme costo a las arcas públicas dio la administración de AMLO: 1) la construcción de la Refinería Olmeca, en su natal estado de Tabasco, que aún no tiene cifra definitiva, se van contabilizando 12,000 millones de dólares (MMUS$), b) la adquisición de la Refinería Deep Park, en Texas, que costó 594 MMUS$, pero que en un año obtuvo utilidades por 954 MMUS$, y finalmente, 3) la condonación de impuestos por 5,500 MMUS$.
En las sumas y restas, el saldo es negativo y Pemex tiene una deuda de 99,000 MMUS$. Hay mucho por discutir entre partidarios de la participación privada y estatistas alrededor del costo fiscal, estoy dentro de los convencidos que los inversionistas privados hubiesen permitido aliviar el costo al Estado.
En el caso colombiano, hacia las postrimerías de su primer mandato gubernamental (2002-2006) de Álvaro Uribe, se dieron dos hechos importantes sobre la petrolera estatal Ecopetrol: el inicio de la ampliación y modernización de la Refinería de Cartagena (Reficar) y la apertura al capital privado.
No exento de críticas por costo de Reficar, Ecopetrol se manejó con altibajos, con algunos fracasos como su incursión en Perú en la adquisición de Petrotech, renombrada como Savia. Además, en la gestión del gas natural (GN) anduvieron con una expectativa de reservas muy ajustadas respecto a la demanda, que ante el menor traspiés caminarían rápidamente al déficit, cosa que les ha ocurrido recientemente con el actual gobierno.
En su gestión Gustavo Petro, ha tomado la decisión de imponer energías renovables reemplazando al petróleo y sus derivados y el GN. Es una posición a lo progresismo europeo previo al conflicto Ucrania-Rusia, que los ha obligado a llamar forzadamente al GN, energía verde de transición. Se puede coexistir, pero no puede haber negacionismos ni de las renovables ni de los hidrocarburos.
En el caso de la brasileña Petrobras, durante el gobierno de Lula (2003-2011) fue promocionada como el ejemplo de la empresa estatal con participación privada, sin embargo, a partir del 2014 se desdibujó por actos de corrupción en la adquisición de refinerías con sobrecosto en el mercado internacional y el caso Lavajato. El gobierno de Jair Bolsonaro (2019-2023) decidió privatizarla, pero fracasó en el intento.
Petrobras ha logrado recuperarse y en los dos últimos años ha tenido resultados netos positivos, aunque en el segundo trimestre de este año ha dejado pérdidas derivadas de un pago por una antigua disputa con el gobierno federal. Dentro de las tres empresas citadas es la que mejor desempeño ha mostrado.
En resumen, las petroleras estatales que en los tres caso son empresas integradas (explotación de campo, refinación y cadena comercial), por más de tener modelos de gestión de empresas privadas no están exentas de costo al fisco, lo cual no puede tomarse como hecho inexorable, hasta las calificadoras de riesgo se allanan a admitirlo.
Lo ideal es el menor impacto en las cuentas públicas y ser agentes de mercado que dinamicen la competencia. En el caso peruano estamos lejos de ello, más aún cuando por la privatización de los 90 y ante exigencia del Banco Mundial se apostó por la desintegración de la industria, en ese momento la consigna era recuperar caja para el Estado, que padecía de todos los males: inflación altísima, carencia de reservas, déficit fiscal incontrolable y tipo de cambio por las nubes.