La semana pasada el tema de la OCDE (Organización de Cooperación para el Desarrollo Económico) se puso en el centro de la noticia local, la razón, el ocultamiento por parte del exPremier Alberto Otárola de una carta dirigida en octubre pasado, desde la mencionada organización, recomendando que no se apruebe las modificaciones a la ley de colaboración eficaz, que luego fue aprobada en marzo de este año en una votación por insistencia.

Otárola ha sido materia de señalamiento por no haber exhibido la comunicación al Legislativo como herramienta de presión, y el Colegio de Abogados de Lima le ha iniciado un proceso de investigación para la aplicación de una posible sanción.

Vale la pena valorar el caso desde diversos puntos de vista: 1) la actitud del exPremier, 2) el efecto que hubiese tenido la carta en la decisión del Congreso, 3) la posición del Perú en su trámite de admisión a la OCDE, y 4) las consecuencias para el país.

Empezando por lo actuado por el exPremier, que en la fecha era el factótum del gobierno, lo que hizo fue una evaluación política de no confrontar al Legislativo, dado que tenía que negociar permanentemente allí a nombre de un gobierno sin bancada propia.

En este contexto emerge el segundo punto, el efecto que podría haber tenido usar el documento ante un Congreso donde la mayoría estaba a favor de aprobar la ley por dos razones: los excesos permanentes cometidos por los fiscales desde el 2017 y los intereses de muchos legisladores y sus líderes que son procesados.

Soy un convencido que el Congreso no hubiese cambiado el rumbo, pero mal se hizo en el ocultamiento y no dar razones ante el Grupo de Trabajo Anticorrupción de la OCDE.

En cuanto a la posición del país en su trámite de incorporación se afecta, pero no es lapidario. La evaluación del ingreso a la organización se hace en 25 comisiones, y el tema de la percepción de la corrupción es uno de ellos. En el ranking nuestro país ocupa la posición 36 (100 es el top anticorrupción), pero dentro de los miembros existen países con situación más complicada como México que está en la posición 29.

Finalmente, hay que tener claro que en OCDE se acuerdan políticas comunes en temas económicos y sociales que no son la panacea. Dejemos la visión de fetiche que se le ha dado.