Esta semana será muy movida en el Ejecutivo, la disputa por cuotas de poder al interior ha puesto al Premier Alberto Otárola en una situación muy delicada. Los audios difundidos en el programa Panorama tienen doble costo para él, en la exposición pública de un comportamiento personal cuestionable y una presunta contraprestación con cargo al tesoro público, de connotaciones penales.

El descrédito es muy grande para una autoridad que en las jerarquías estatales ocupa nominalmente el segundo cargo más importante, pero que en términos reales ejerce el más alto cargo, dado las carencias de conocimiento de la mandataria Dina Boluarte.

La reacción inmediata de Palacio de Gobierno manifestando que le pedirán explicaciones al Dr. Otárola es ambigua, se puede ver como la antesala de un despido o una forma de ganar tiempo para el lanzamiento de un segundo debut. El desenlace debería producirse en los próximos días.

De producirse la caída del Premier, implica que todos los ministros pongan sus cargos a disposición. De hecho, va a llevar al recambio en algunas carteras que eran la cuota del Presidente del Consejo de Ministros (PCM) y que serían relevados por gente de confianza del entrante.

Importantísimo es que de haber un nuevo titular de la PCM, éste lidere la recuperación económica, lo que significa que sea gran impulsor en la gestión de los ministerios con mayor asignación presupuestal para inversiones, a la vez que pueda ir encaminando la recuperación de la confianza del sector privado, para que se animen a invertir.

El manejo económico tiene su componente política, consistente en una relación fluida con el Congreso para un gobierno que no tiene bancada. Permanentemente tendrá que ser un negociador para ponerle coto a las censuras ministeriales, que las iniciativas legislativas del Ejecutivo prosperen y poner trabas a los despropósitos que salen del Legislativo con mucha frecuencia y cuyas autógrafas deben ser devueltas.

Una virtud adicional que deberá tener un nuevo capitoste de la PCM será el oficio político para manejarse sin trastabillar, en el mundillo de las disputas de poder de las fuerzas internas, que no son pocas y que sus ajustes de cuentas se ejercen en los programas políticos televisivos dominicales.