El desempeño durante el 2023 del gobierno de Dina Boluarte, con su factótum Alberto Otárola, ha sido pésimo, donde a primera vista resalta la recesión económica y la inseguridad ciudadana. En Palacio, se han autoconvencido que el 2024 será el año de la recuperación económica y la agencia calificadora de riesgo Moody´s les ha dado aliento, pues a través de su vocero ha afirmado que habrá una lenta recuperación en el verano.

Importante es definir previamente que es recuperación, y dado que la inflación se ha reducido al orden del 3%, lo mínimo que debería tenerse es un crecimiento económico mínimo por encima de la inflación, tarea difícil de lograr dada la mediocridad del manejo del Ejecutivo y de un Legislativo que se dedica a leyes exprés de blindaje personal o de lobby empresarial ajeno al interés del Estado.

De seguir en la ruta de lo vivido en este año que termina, la interrogante es ¿qué nos espera en las elecciones generales del 2026?, soy de los que creen que se llegará con este gobierno hasta el fin de mandato, salvo un escándalo de grandes proporciones producido al interior del gobierno. El contubernio Ejecutivo-Legislativo está sólido y acaba de demostrarse en el caso de la Fiscal de la Nación y la Junta Nacional de Justicia. Estamos incubando la presencia de un radical de derecha o izquierda. No se avizora nombre aún, pero puede aparecer.

Mientras tanto en los corrillos políticos locales ha nacido una vocación de tomar como referentes a Chile, Argentina y El Salvador, desde la corriente de derecha, para las próximas elecciones generales. No comparto esta visión, pienso que hay que ser más acuciosos en la lectura de lo que se está viviendo en esos países.

En Chile, lo que ha ocurrido no es un espaldarazo a la constitución de Pinochet del 1980, sino un rechazo a los extremismos de izquierda y derecha. En la propuesta constitucional del 2022 había un sesgo de izquierda, en temas sensibles para una sociedad conservadora, así como el calco boliviano de la plurinacionalidad. La propuesta que fue hecho suya por el Presidente Boric, siendo rechazada contundentemente, y convirtiéndose en un pasivo de la izquierda.

Luego del fracaso izquierdista, vino el triunfo de la derecha en la conformación de la comisión de elaboración de una nueva propuesta constitucional, que la asumió el líder de la derecha dura, José Antonio Kast, que también ha merecido el rechazo, temas como el seguro de salud y pensiones colisionaron con expectativas ciudadanas. La derrota es una carga para éste y una ventaja a favor de su contendora de la misma línea, Evelyn Matthei.

En Chile, los temas de seguro de salud y pensiones siguen a la espera de reformas. Si bien es cierto que las protestas del 2019 tuvieron como desencadenante los pasajes en el sistema de transporte, los dos temas citados eran subyacentes y por extremismos de izquierda y derecha están en punto muerto.

En cuanto al caso argentino, el régimen de Milei recién empieza, el sinceramiento es necesario, el asunto de fondo es que pueda ser sostenible en el tiempo. Se vienen tiempos de más pobreza, familias con dificultades para cubrir la canasta básica y de recesión; etapas inevitables; los peruanos sabemos bien de eso y lo soportamos. Somos sociedades diferentes y todo dependerá de cuánto y como lo soporten, no todo se arregla con la represión dictada por Patricia Bullrich. Cautela en tomarlo como referente, podría terminar en frustración.

Finalmente, el modelo Bukele no es solo la represión necesaria de la delincuencia, sino también de autoritarismo lindando con dictadura. No me imagino en Perú que podamos aceptar que un gobernante se aparezca con la soldadesca en el Congreso para presionar una votación.

Tenemos una agenda pendiente de reformas de primera y segunda generación, que se pueden hacer en democracia, pongamos en agenda los temas y exijamos su debate en lugar de ser complacientes con el gobierno, así allanaremos un mejor camino para el 2026.