Estamos en pleno debate de una reforma política que se está desarrollando a trompicones. Se ha aprobado parcialmente la bicameralidad y está en tránsito la eliminación de las PASO (Primarias Abiertas Simultáneas Obligatorias), establecidas en el 2019 mediante la ley 30998, que hasta el momento no han sido practicadas. En simultáneo, la tradicional afirmación que la política y la economía van por cuerdas separadas ya es historia, haciéndose indispensable el fortalecimiento de los partidos políticos.

La partidocracia ha sido fustigada en el Perú desde los 70, durante los 12 años de gobierno militar, sin embargo, pudo resurgir en los 80 y su vigencia debilitada perduró hasta los 90, cuando emergió el outsider Fujimori, que practicó un segundo período de ataque a los partidos, mientras implementaba las llamadas reformas de primera generación.

Al inicio del 2000, los partidos tradicionales aún subsistían con posibilidades electorales, compitiendo con un “fujimorismo” que había generado una oposición anti muy fuerte, que aún perdura y asistimos al nacimiento del “toledismo”. Hasta el 2011, la economía siguió la inercia de las reformas de los 90, y se aprovechó un ciclo virtuoso de la economía mundial, pero no se emprendieron las reformas de segunda generación que estaban orientadas a los temas institucionales y sociales.

A partir del 2011 los partidos entraron a un período de caída libre y hemos visto pasar al “humalismo”, el “ppkausismo”, el “vizcarrismo” y el “cerronismo”. Agrupaciones efímeras, con una economía que ha transitado del crecimiento magro al decrecimiento actual. La permanencia en el poder de partidos débiles, no ha permitido hacer el reformismo necesario para el desarrollo. La característica ha sido la falta de cuadros, el auge del manejo por intereses y el transfuguismo.

En este estado de cosas, las virtudes de una bicameralidad tardarán en efectivizarse y de eliminarse las PASO, sin plantear alternativa alguna al manejo de las cúpulas partidarias, estaremos asistiendo a más de lo mismo: surgimiento de nuevos movimientos electorales, de caudillos que se creen con derecho a gobernar y seguiremos con una economía alicaída y un contexto social insatisfecho que retroalimentará la debacle.